OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI |
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LA NOVELA Y LA VIDA |
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¿CUAL ES EN SU CONCEPTO LA FIGURA LITERARIA MAS GRANDE QUE HA TENIDO EL PERU?1
NUNCA he sentido la urgencia —me dice cuando le hago mi pregunta— de encontrar entre nosotros la figura máxima. Pero Ud. me pone delante de la interrogación y hay que responder. Empezaré, a mi vez, por plantear otra cuestión: la de la imposibilidad dé que una figura conserve un valor absoluto en todos los tiempos. Precisamente acabo de escribir en un artículo sobre Jeanne d'Arc2 de Delteil que los personajes de la historia o de la fantasía, como los estilos y las escuelas artísticas y literarias, no tienen la misma suerte ni el mismo valor en todas las épocas. Cada época los entiende y los conoce desde su peculiar punto de vista, según su propio estado de ánimo. El pasado muere y renace en cada generación, y los valores de la historia, como los del comercio, tienen altas y bajas. —¿Cree Ud. que es así? —Sí. Tal es mi pensamiento. Porque en el arte la fluctuación y la inestabilidad de los valores son muy ciaras, muy netas, muy precisas. Ha habido épocas enamoradas de Miguel Angel. Ha habido otras que han delirado por el barroquismo. Y, en cambio, otras que han preferido a los pre-renacentistas, por ejemplo, la nuestra. Soy, pues, en estas cosas, relativista. Una valoración está siempre subordinada a su tiempo. —¿Pero podría Ud. precisar su opinión? —Como no. Pero antes habría que comenzar primero por definir la literatura peruana. ¿Cuándo principia? ¿Desde cuándo es peruana? La literatura de los españoles de la colonia no es peruana. Es española. Hay, sin duda, excepciones. Garcilaso de la Vega es una de ellas. En éste el sentido indígena está en la sangre. Está en una vida que respira aún el hálito del imperio. Y Garcilaso es una de las cumbres de toda nuestra historia. Mi distinguido amigo se explaya al-rededor de éste tópico tan interesante, y luego, concertando sus ideas, me dice en forma bastante precisa y concreta: —Se dice que la historia de toda la literatura se divide en tres períodos: el colonial, el cosmopolita, el nacional. En el primero, un pueblo, literariamente, no es sino una colonia de otro. Su literatura tiene una metrópoli. Hace poco tiempo nuestra literatura ha salido de este período. Estamos en el período en que, concluido el dominio exclusivo de España, la literatura en el Perú experimenta diversas in-fluencias extranjeras. Y hay que señalar dos fenómenos interesantes. —¿Cuáles son ellos? —En el período colonial no supimos sino suspirar nostálgicamente por el virreinato y cantar engoladamente las glorias de España. En este período de las influencias cosmopolitas y extranjeras, buscamos, en cambio, lo indígena. En el Perú independiente —independiente ya hemos visto hasta qué punto, al menos en literatura— se destacan, para todos, las figuras de Ricardo Palma y González Prada. Pero González Prada no fue sólo hombre de letras y, por consiguiente, el juicio de los que en el aman, notoriamente, al rebelde y al acusador, puede aparecer influido por este sentido. Creo, sin embargo, que la significación exclusivamente literaria de González Prada, en nuestra literatura, tiene contornos muy nítidos. El marca, precisamente, el principio de la transición del período colonial al período cosmopolita. Nuestra literatura recibe en su obra una honda influencia francesa, señaladamente parnasiana. Eguren y Valdelomar, introducen, más tarde, en nuestra literatura elementos de escuelas no españolas, concurriendo así a la transición. Eguren aclimata en un clima y una estación poco propicios, la plata preciosa y pálida del simbolismo. Valdelomar nos aporta un poco de d'annunzianismo y de wildismo. Y a propósito… —¿A propósito de Valdelomar? —Sí —me responde Mariátegui—. Yo considero al Conde de Lemos,3 cómo temperamento artístico y como vocación literaria, el caso más interesante de la literatura del Perú independiente. Nunca se emplea tan bien el vocablo malogrado —que tan generosamente se prodiga— como cuando se aplica a Valdelomar. Y es que Valdelomar está a muchos metros por encima de los diversos Pardo y Aliaga que ocupan todavía tanto sitio en la historia de las letras. —¿Y Chocano? —Claro está que Chocano tiene, como pocos, derecho de ser nombrado en una revisión de nuestra literatura. Chocano es la elocuencia. Se pretende, a veces, clasificar su poesía caudalosa, excesiva, grandílocua, sonoramente melódica, como una poesía característicamente tropical y autóctona. Y a mí me parece que la elocuencia, el énfasis, la declamación excesiva de Chocano descienden absolutamente de España. Hay en Chocano, en todo caso exuberancia y exorbitancia criollas; pero de ninguna manera hay sentimiento indígena, que es fundamentalmente sobrio. Lo indígena es, como lo egipcio, geométrico y hierático. —¿Y quiénes son, en concepto de Ud., los que tradujeron el verdadero sentimiento indígena? —Melgar es uno de ellos. Pero en nuestra época hay ese sentimiento en ese admirable poeta que tanto amamos todos los hombres de la misma sensibilidad y de la misma época: César Vallejo. —Encuentro muy valiosas sus apreciaciones. Pero, a trueque de fatigarle, deseo que precise Ud. su opinión. Mariátegui me responde con absoluta seguridad: —Ya le he dicho lo que
pienso sobre la imposibilidad de una valoración absoluta. Yo no soy un
experto en nuestra historia literaria. Y, por lo demás en las opiniones
que le he dado, está el juicio que en su pregunta —la pregunta es un
pretexto—sustancialmente me pide Ud.4
NOTAS:
1
Publicado en Perricholi: Nº 8;
Lima, 11 de febrero de 1926. Y transcrito en Fénix: Nº 9; Lima, 1953. Su publicación original empezaba con
la siguiente presentación: «Se me presenta una nueva y grata oportunidad
de estrechar la franca mano de José Carlos Mariátegui, uno de nuestros
más firmes valores intelectuales, quien no obstante su grave dolencia,
cuya aguda crisis ha pasado felizmente, conserva sin embargo, una bella
lozanía espiritual que sirve de estímulo y ejemplo a tantas almas
timoratas, es cordial mi simpatía por este escritor que ha logrado —rara
avis— una filiación y una fe, mientras otros se esfuerzan por
ocultar sus sentimientos propios, acaso por considerarlos como un
pecado».
2
Juana de Arco. Este artículo figura en Signos
y Obras.
3
Pseudónimo de Abraham Valdelomar. 4 Las opiniones de José Carlos Mariátegui sobre las tendencias y autores peruanos, citados en esta entrevista, están nítidamente definidas en "El Proceso de la Literatura", que hemos citado.
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